Siguiendo con la tradición de los años anteriores (los tests de 2007 y los textos de 2008), volvemos a la carga con un post alusivo al día del periodista... ¡Del periodista de rock! La consigna del año pasado había sido: "¿Cuál es la banda que más odiás?". Esta vez, una nueva tanda de editores y redactores de las principales revistas y suplementos rockeros se sometió a otra pregunta: "¿Cuál fue el peor show que viste en tu vida?".
- Leo Ros [Soy Rock]: Pepsi Music 2006 (Día 1)
El peor recital que me tocó sufrir ocurrió el 21 de septiembre de 2006, día en que Lito Vitale y amigos presentaron “Escúchame entre el ruido”, el disco de versiones del rock nacional. Fue en la primera jornada del Pepsi Music que se hizo en Obras al aire libre. La gran cagada fue al principio, con Ulises Butrón cantando “La balsa” mientras relojeaba la letra colocada en un atril ¡El tipo leía la “primera” canción de rock nacional, en un tributo al rock nacional! Un tema de cuatro frases…Dejate de joder. Encima todos los invitados clase B, ni un nombre importante. Un horror. A eso hay que sumarle que la fecha empezó con la fiesta boba de La Mosca y terminó con una jam session laaarga del Flaco Spinetta, ¿Puede haber tanta maldad?
- Yamila Trautman [Rolling Stone]: La Renga en el Autódromo (2007)
Dos fueron los peores recitales de mi vida. Dos. Uno, el de los Jonas Brothers en River, queda de inmediato descartado para ser descripto en esta sección porque fue el peor recital de la vida de TODO ser con oídos que haya asistido por curiosidad (¿?) u obligación y porque no le deseo el conocimiento de lo que ahí pasó a NADIE. El otro, casi casi lo descarto porque es fácil putear a La Renga después de otra prueba de que losmismosdesiempre siguen siendo losmismosdesiempre bajo la lluvia en La Plata. Pero “la fiesta renga” del Autódromo, en noviembre de 2007, fue aún peor; me consta. Los datos objetivos: 67 grados centígrados en primavera profundizados por la aridez del Gálvez, la “liturgia peronista” en su máxima expresión (esos insuperables 90 mil) y la necesidad inherente de algunos de romper todo (saquearon todos los puestos, se subieron a la torre, provocaron cortes de ese sonido, que ya era malo). El agregado personal: los de seguridad no me creyeron que era periodista (si fuera ellos, tampoco me lo creería) y me sacaron todo, incluidos los aros (¿?) y la lapicera, ¡Así no se puede trabajar!
- Silvina Marino [Suple Sí]: Easy Stars All-Stars en el Luna Park
Uno de los peores shows que vi fue Easy Stars All-Stars en el Luna Park. Ya era dudoso ir a verlos, versionando en clave reggae The Dark Side of the Moon. Pero, el disco estaba bastante bueno. Resulta que mecharon sus propios temas en el show (un plomazo) y encima no vino ninguno de los músicos que tocó en el álbum. Fue un recital de covers de covers... Otro bajón fueron los Black Eyed Peas, el mismo año, para el Personal Fest. Estaban más concentrados en promocionar el disco solista de Fergie que en tocar. Y encima se la pasaron haciendo mini versiones de otros temas (Fergie "bochornosa" Sweet Child Of Mine), actuando chistes malos (otra vez Fergie haciéndose la que lloraba) y confundiendo a Argentina con Colombia y México. Muy truchos.
- Marcelo Montolivo [La Mano]: Los Baraja en Capital Federal
En el momento de pensar cual era el peor recital que he visto, invariablemente me vienen a la cabeza muchos que me tienen ¡a mí sobre el escenario! O sea, los he visto, pero detrás de un instrumento. Por eso, paso a relatar uno de los taaantos que recuerdo: a comienzos de los 80s (no podría asegurar el año, pero debe ser 1982) mi banda punk platense (Los Baraja) tocaba por primera o segunda vez en Capital Federal. Aunque hoy parezca mentira, en aquellos tiempos no era muy común ver equipos importados en la Argentina. Tocamos en un teatro, en Cerrito, cerca del Obelisco y la banda local (Control) ponía los equipos. Al momento de probar sonido, había un Fender Twin Reverb (nunca había visto uno de cerca) para la guitarra que sonaba maravilloso, con la distorsión de equipo necesaria para tocar el punk ultrarápido que nos caracterizaba. Al momento del show conecto la guitarra y sale un sonido a lata impresionante, revisé todas las perillas que pude, pero nada. Llamo al dueño del equipo por micrófono y aparece recién cinco o seis temas después. Le pregunto qué pasa con el equipo que no distorsiona y me dice que no sabe, que le parecía raro. Así terminé, hasta el final con un sonido de guitarra que parecía para el Trío Los Panchos. Cuando sube el otro grupo, el equipo comienza a sonar maravilloso, como en la prueba de sonido. Obvio que el dueño del aparato me había tomado de idiota. Tiempo después descubrí que, para que distorsionen, a los Fender Twin Reverb hay que tirarles de la perilla hacia afuera, que es la posición en la que se activa la saturación. A los golpes fuí entendiendo que la escena del punk era tan competitiva como cualquier otra.
- Pablo Raimondi [Clarín Espectáculos - Suple Sí]: Mot en San Isidro
La cita ya era extraña. El show se iba a hacer en un lugar que también funcionaba como sala de ensayo. Una calurosa noche de 1995 o 1996 (la mente falla) un amigo me dice: “Che, vamos a ver a Mot, son buenísimos, hacen death metal y un tema de Nailbomb”. MOT es el dios de la muerte y la aridez. Y vaya si la cosa estuvo árida: era un lugar de 40 m2 con furia y había unos 30 flacos sentados en el piso que se deshidrataban mientras veían como un gordo berreaba mal. El sonido era como meter un destornillador en un Koh-i-noor y para colmo “la voz” le tiraba rollos de papel higiénico a la gente mientras cantaba su hit titulado "¡¡Mierda!!". Lo mismo dije al verlos, muy bizarro. Hoy mi amigo todavía cumple la condición de tal.
- Javier Diz [Los Inrockuptibles]: Living Colour en Obras
Creo que a esa altura ya tenían dos discos y estaban sacando el tercero. O algo así. Y supongo que habían venido a presentarlo. No me acuerdo cuándo fue. Pero mucho menos recuerdo qué hacía yo ahí. Sobre todo porque lo único que había escuchado de Living Colour hasta ese momento eran los temas que podían llegar a pasar en la radio, entre los que se encontraba el que, hoy en día, sigue ranqueando entre los diez temas más feos de la historia del rock: “Glamour Boys”, ¿se acuerdan de ese estribillo? Puff. Pero bueno, la cuestión es que caí con un amigo a lo que por aquel entonces todavía era Obras. Muchísima gente. Y salen los grones. Y claro, “pelaban” a lo loco. Hasta que pisaron el palito. El guitarrista, ídolo de la popular y que no recuerdo ni me importa el nombre –ni siquiera me interesa googlearlo para hacer de esto algo más o menos serio– saca sus conejos de la galera. Suenan cuerdas, o sea, violines y toda una orquesta de la recontra-que-lo-parió. Pero ahí no había orquesta. A ver... ¡Ah! ¡Es el grone que saca sonidos de violines de la guitarra!. ¡A la mierda! ¡Pero este es un grosso! ¡Es “como si hubiera” una orquesssta!. Lo que es la tecnología, che. Sí, de no creer. El MIDI (esa porquería que posibilitaba que cualquier instrumento que se enchufaba utilice patterns de cualquier cosa, entre ellas, ¡una orquesta, papá!) todavía tiraba su último manotazo de ahogado y los Colores Vivientes adornaban esas zapadas interminables con los arreglos más horribles que alguna vez vi arriba de un escenario. “Qué flashhh”, se escuchó decir por ahí. Fue casi lo último que escuché antes de cruzarme al Mc Donald’s de enfrente. Dije “casi”, porque lo último fue un intento de cover de “Sould I Stay or Should I Go”, una basura a toda velocidad que la monada pogueaba como si fuera el último soplo de aire fresco del show más artificial y pedorro que vi en mi vida. Váyanse a cagar, Colores vivientes. Lo dije. Chau.