El caso de Gabo Ferro es como el de Divididos, pero al revés: en los últimos 5 años, grabó 5 discos, ¡Aprendé, Mollo! Desde que (re)apareció en la escena indie, en 2005, motivado por Ariel Minimal, el tipo trabaja para dejar una obra, un legado artístico. No busca hits, una alta rotación en MTV, ni se muere por tocar en el Personal Fest. Tampoco te manda spam para que lo votes en ningún concurso. No.
Este trovador de Mataderos le pone garganta a todas esas canciones que un hombre no debería cantar, como se llamaba su primer disco, grabado en un sólo día, en los -ahora- desaparecidos estudios TNT. Con folk, rock y chacarera, rescata la tradición del Viejo Rock Argentino de La Cueva (y no el de La Mega), con huellas de Miguel Abuelo, Moris, Tanguito y Nebbia, pero sin esa inocencia hippie tan sixtie.
Entre falsetes y susurros, Gabo le canta al amor, a los celos, a las peleas de alcoba, desde una mirada distinta. Explota una veta hermafrodita (como bien hacía Federico Moura) y cierta temática gay (lejos del puto sufrido y amanerado) con canciones como "Costurera y carpintero", "Mi vida es un vestido" o "El amigo de mi padre". A veces cuesta creer que sea el mismo compositor que años atrás, al frente del grupo Porco, aullaba temas hardcore y escatológicos, como "Puto mandril", "Manadas acabadas" o "La vida es una mierda".
Sobre el escenario, se puede dar maña solito con la guitarra (desnudo total, como en la tapa de su DVD) o en plan banda, empuñando una criolla con cola de tiburón, como en la foto de acá arriba, para una versión punk-rock de "Felicidad vitamina". Despotrica contra la industria de las discográficas, el circuito de managers y prensas, a tal punto que en su segundo disco, Todo lo sólido se desvanece en el aire, se resguarda citando al Manifiesto Comunista -1848- de Marx y Engels (es profesor de Historia, señores, no lo puede evitar).
Gabo tiene una de las mejores cuerdas vocales del rock actual (increíble escucharlo en vivo, haciendo "Dios me ha pedido un techo" a capella, a oscuras, camuflado entre el público), es un referente indiscutido de los cantautores sensibles (hijos de la lágrima, como Palo Pandolfo, Lisandro Aristimuño, Flopa, Coiffeur y Juan Ravioli, por tirar algunos nombres), una joyita dentro del catálogo de Azione Artigianale (ahora de Oui Oui Records) y, como él mismo se define, un "militante del humanismo".