"Embajada Boliviana es, fue y será: Juli (voz), Matu (batería), Kuntacu (guitarra) y Cabeza (bajo)", dice el sobre interno de Soñando Locuras (2000), primer y único disco de la banda. Bueno, ahora son 5 integrantes, con un violero más, y están otra vez arriba de un escenario, 10 años después de su separación, tocando en un Teatro de Flores hasta-las-manos. Algunos ya no tienen las camperas negras de cuero, ya no miran al cielo como la portada del álbum. Atrás de ellos hay un telón sucio con el logo del grupo (el sol con las iniciales EB), una bandera gigante que denota el paso del tiempo.
"1, 2, 3, va!", es el grito de batalla entre tema y tema, siempre enganchados como ráfagas. ¿Cómo hacer un show con un sólo CD?, es la pregunta del millón. Respetando el orden del disco, abriendo la noche con "No tengo nada" (la "The KKK took my baby away" argentina). Así de fácil. El público canta tan fuerte que tapa el sonido del grupo. No es joda. Después siguen temas de los tres demos anteriores (Embajada Boliviana, Perdiendo el control y Quién quiera oír que oiga) como "Una noche cualquiera", "Corre corre", "Amor eterno" y "Cosas que pasan".
Abajo del escenario, pichones de Sid Vicious te tiran codazos, empujan para adelante, chivean a tu novia, revolean la remera y derraman cerveza por el aire. Adolescentes y treinteañeros se chocan en un cruce de generaciones unidas por amor al pogo. Hasta el más crestudo se ablanda y entona el estribillo: "Ohhhh, mi pobre corazón, ya no podrá latir, si tú no estás aquí" (Pobre Corazón). Embajada siempre curtió punk ramonero, pero sin perder la ternura. Los platenses, que debutaron en 1993, tomaron el costado callejero y borrachín de Los Ramones, y después explotaron la veta romántica (esa de "I wanna be your boyfriend") sin miedo a quedar como unos tremendos mersas. Con baladas y arreglos pop, fueron más allá del fetichismo de los jeans rotosos y la parodia estética (Expulsados, cof cof, Monchones, cof cof). Acá no hace falta la pared de ladrillos atrás.
Obviamente, las canciones más festejadas, las más sudadas de la noche son las del disco oficial, que marcó tantas adolescencias en CDR y que ahora se vende original como pan caliente en la barra del boliche, a 15 mangos (¡Precio Cemento!). Suenan "Ella está loca", "Me llevaré", "Un Montón", "Memorias de guerra" -con ese punteito de 1 dedo- y "Pregúntale a las estrellas", una pieza folklórica viejísima que el grupo adaptó al género del '77 y que Infierno 18 se encargó de arruinar años más tarde. En los coros de "Pedro y Juan" se lo extraña a Ricky Espinosa, gran admirador de la banda, a tal punto de haber grabado covers suyos antes de que saliera Soñando Locuras y de dejarles un tributo póstumo, como souvenir, desde el sótano del infierno.
Con esta vuelta de culto, Embajada bien podría reversionar a Flema ahora: "Nunca nos fuimos, pero ahora volvimos".