Maxi Prietto y Mariano Castro están enfrentados. No, no, pero no "enfrentados" en el sentido de "peleados", estilo Rial. Sólo están uno enfrente del otro, zapando en el Zaguán, estudiándose con la mirada. Uno toca la viola, de espaldas al público, y canta en un idioma indescifrable para la ciencia. El otro, en la bata, le sigue el juego, lo provoca, le responde y le balbucea unos coros onomatopéyicos. Ellos forman Prietto viaja al cosmos con Mariano, un dúo psicodélico bien low-fi, como unos White Stripes sin foniatra, que arrancan con un tema y no sabés dónde va a terminar el trip. Dan recitales imprevisibles, explosivos, fantasmagóricos (tomá, Gori) y lisérgicos. Es sólo rock espacial, but I like it. Show auspiciado por Pepas Barret, las que toma Jason Pierce.En el reducto de Balvanera (viernes 23.45 hs) sube la temperatura con "Verano fatal", una de las baladas más polenta de la banda. La otra, "Av. Corrientes", que la pegó en México el año pasado, a tal punto que EMI la editó directamente como "Noche de sábado", no suena hoy (¿hit maldito?). Un par de cuelgues más (como "El Bombero", mortal) y los Spacemen 2 se bajan del escenario. Es el turno de La Patrulla Espacial.
Repasemos: tienen dos EPs ("Boogie en la luna", "Boogie del humo") y un CD para descargar online: "Todos los ocasos" (¿No es muy Manal esa tapa verde?). Formación de cuarteto, con doctrina de blues y rock and roll, a lo Pappo, llegado desde La Patagonia. Si se lo cruzan a Lisandro Aristimuño, se lo comen crudo. Salen y pelan "El perfume", "Toda la noche", "El hogar de nuestras vidas" y varias más. Flotan aires setentosos, voces carrasposas, coritos pegadizos (uh-uh), mucho wah-wah... ¡Y maracas! (¿?), que habrán sobrado de alguna versión de "Sympathy for the devil" o de algún tributo a Santana.
El lugar revienta (poguean Tati, Nat, Valle, la mini Pam Beesly, El Nene, Toro salvaje, Alf, Papada, la barra de Comodoro Rivadavia) y se descontrola el escenario. Se está desprendiendo un parlante de la derecha, ¡Alguien que lo ataje! A eso de la una, suena la campana, y hay que ir recortando la música en vivo por orden municipal. Un par de bises, y a la cama. O a deslizarse hasta la barra del Zaguán, a tomar unas maltas con amigos, en puntitas de pie, para no hacer mucho ruido. Los tiempos post-post-Cromañón funcionan así.

