"Bueno, yo soy Ramsés. Tema: Amor de primavera". Así se nos presenta José Alberto Iglesias, Susano Valdez, Donovan el protestón, o simplemente Tanguito, en esta vieja grabación que acaba de ver la luz unos... ¡42 años después!
Las cintas, registradas el 20 de octubre de 1967 en los estudios TNT, las tenía atesoradas Mario Osmar Pizzurno -mítico director de RCA Víctor- y fueron rescatadas (publicadas en diciembre pasado) por el periodista Andrés Jiménez (¿periodista D-Mente?), en un trabajo casi arqueológico. Son 12 canciones interpretadas por Tango, el primer gran mito del rock argentino, a guitarra y voz. Una grabación cruda, sin retoques, en tiempos donde hablar de ProTools sería como hablar de naves espaciales, y de una honestidad (brutal) que abruma: esa voz nasal (y fantasmal), que por momentos va y viene, los silbidos, los trasteos, las desafinaciones, los tarareos, el swing barroco de su mano derecha.
"No cambia nada con que use una camisa o una corbata", canta en "Sutilmente, a Susana", anticipándose a los versos sustanciales de "Sucio y desprolijo" de Pappo. "Soldado ya regresa, ven y no luches más, ¿No ves que en 2000 años no ha habido paz?", se preguntaba, versionando a Moris, cuando todavía faltaban 33 años más de guerras.
En unflashback lostiano a la Buenos Aires de 1967, seguramente habría imágenes de varias radios pasando "La Balsa" a morir, de los estudios TNT en plena ebullición, de unos pelilargos tomándose el 99 hasta Flores, de cuatro alumnos del Instituto San Román (Belgrano) ensayando sus primeros temas, de la Plaza Francia inundada de hippies en el Día de la Primavera de ese año (una movida mediática armada por Pipo Lernoud, donde Tanguito se hizo conocido como "El Rey de los Hippies") y de La Cueva de Pueyrredón, con la faja de clausura en la entrada, después de dos explosiones que llenaron de humo el boliche y obligaron a evacuarlo (cualquier similitud con Cromañón es pura coincidencia).
En el medio de ese big bang del rock argentino (¿O habrá que decir big band?), Tanguito (pibe de Caseros, callejero, familia humilde, clase trabajadora) disfrutaba del éxito que había conseguido con el hit compuesto a medias con Litto Nebbia (inspirado en el bolero mexicano "La Barca"), en una de sus tantas noches de bohemia vagabunda, en el baño del bar La Perla de Once, el que usaban como sala de ensayo por el "efecto cámara" que se formaba naturalmente.
En esos 15 minutos de fama que tuvo, Pizzurno le dio la oportunidad de entrar al estudio y plasmar su viejo repertorio, en una sesión mucho más lúcida y más digna que la de Tango (1973), único registro suyo -caótico, morboso- que se conocía hasta hoy. Un álbum post-mortem que sonaba a demo, a maqueta sin terminar, donde se lo escuchaba al propio músico pidiendo aspirinas para poder seguir, en un estado catastrófico, arruinado por la falopa, mientras Javier Martínez (Manal) lo incitaba desde la cabina a que cantara de una buena vez por todas "La Balsa".
Yo Soy Ramsés realza la verdadera dimensión de Tanguito, la figura del cantautor low-fi antes que la del mito arrollado por un tren cuando escapaba de El Borda, reivindica a la generación de La Cueva (hay que archivarlo junto a 30 Minutos de vida) y ayuda por un rato a borrarse de la cabeza la imagen de Fernán Mirás tocando "Me gusta ese tajo" (?), en un show al palo, cual estrella de rock aclamada por todos. Está claro: Tanguito fue siempre un estrellado, nunca una estrella.