El 25 de junio de 1806, una flota de 1.600 soldados ingleses al mando del coronel William Carr Beresford arribó al Río de la Plata con la idea de tomar el control de Buenos Aires y expandir la música de los Beatles y los Rolling Stones por todo el continente.
Primero desembarcaron en Quilmes, donde se toparon con los indios kapangueros, conocidos en la zona por sus grandes avances en la botánica y por sus experiencias alucinógenas con brebajes a base de malta. Después, detectaron un grupo de milicias fuertemente armadas con Toppers y flequillos, pero en realidad se trataba de un choque entre fanáticos de La 25 y La Pulposa, que se disputaban una bandera de Burzaco. No tuvieron mayores inconvenientes para seguir la marcha.
Finalmente, llegaron a Buenos Aires y dominaron la ciudad durante 45 días. Manuel Belgrano, secretario del Consulado, se opuso al control británico y empezó a cantar temas de Almafuerte, como “Patria al hombro” y “Toro y Pampa”. Nadie lo apoyó. Frente a esta situación de emergencia, el virrey Sobremonte le echó la culpa de la invasión a Omar Chabán y se escapó hacia Córdoba, refugiándose en el Orfeo Superdomo. “Ese viaje fue la frutilla de la torta”, declaró años más tarde (1).
La Reconquista estuvo a cargo de Santiago de Liniers, un militar francés, fanático de Daft Punk, al servicio de la corona española. El oficial venía con sus tropas desde Montevideo, donde habían presenciado un concierto de La Vela Puerca y No Te Va a Gustar. Gracias a la ayuda del Facebook, donde creó un grupo llamado “A que junto 1.000 criollos que odian al gil de Beresford”, reclutó a sus soldados y venció al ejército extranjero, al grito de: “Ya lo veo, ya lo veo, si no luchamos todos, parecemos Soda Stereo”. Asimismo, la Real Audiencia de Buenos Aires asumió el gobierno y le entregó la Capitanía General, agradeciéndole por “hacerle el aguante” y por “bancarle los trapos” a los criollos. Además, por su aspecto robusto y varonil, en el pueblo lo apodaron “El Fortín”.
La segunda invasión inglesa –un año después– estuvo comandada por el teniente general John Whitelocke, que se hacía el guapo, pero en los viajes se mataba escuchando Culture Club y Duran Duran. Esta vez, sus tropas tomaron Montevideo, como primera acción, y luego llegaron a Buenos Aires desde Ensenada de Barragán. El principal combate tuvo lugar en los Corrales de Miserere, en pleno Once, entre cañones y bengalazos. Los criollos estaban más preparados que la invasión anterior y contraatacaban arrojando piedras, aceite hirviendo y vinilos de Raúl Porchetto. “Vamos, Liniers, con huevo vaya al frente, que se lo pide toda la gente”, gritaban, enardecidos (2).
Whitelocke y sus hombres terminaron rindiéndose. Fueron detenidos, encarcelados y obligados a escuchar toda la discografía de Pier durante años, incluyendo demos, lados B y material en vivo. Las noticias del fracaso británico pronto se hicieron eco en su propio país, donde el diario The Times, en su edición del 11 de septiembre de 1807, hablaba de “una gran derrota”, de “una vergüenza nacional” y de que los soldados eran “unos boludos bárbaros” (3) .
Por Felipe Ñapi
Foto: Julieta Gutierrez
(1) “La Fuckin’ Historia Argentina”, de Rodolfo Páez (Ediciones Circo Beat, Rosario, 1994)
(2) “El día que San Martín conoció a Lennon”, de J. A. Badía (Editorial ATC, Buenos Aires, 1965).
(3) “Del Cabildo de 1810 a La Cueva de Pueyrredón”, de P. Lernoud (Ediciones La Perla de Once, Balvanera, 1967).