Skay corta el estribillo de la canción, levanta el brazo, y miles de personas gritan que no, que no lo soñaron. Termina Ji ji ji, después del solo celta, y todos empiezan a corear el clásico "Sólo te pido que se vuelvan a juntar", aunque sepamos que eso es más difícil que una vuelta de Los Ramones, sin Joey, sin Dee Dee y sin Johnny. En la Trastienda hay de todo: ricoteros a ultranza (de esos que tienen tatuadas las cadenas de Oktubre en el hombro), fans moderados, herejes con remeras del Indio, público ocasional que algún amigo de un amigo de un amigo les regaló la entrada que repartía La Mega y oficinistas que se vinieron directo del laburo (recién son las 20 hs) tras un copetín al paso. Y seguro hay varios parecidos a José Luis Perales, el personaje de Gustavo Sala que sólo sabe decir: "Aguante Los Redondos".
Beilinson despliega toda su artillería: la SG enrulada, los anteojos oscuros, ese vozarrón que no se explica cómo sale de un cuerpo tan flaquito, su atril con las letras de los temas (con dos ganchos en la parte superior, como los calendarios de cocina) y ese pañuelo eterno en la frente, que ya tiene acumulado más sudor -y más rock, ejem- que el de Axl Rose. Casi ni habla en escena, sólo se limita a tocar. Aunque lo de "limita" sea una gran contradicción lingüistica.
Es el capitán de un barco con cuatro marineros a bordo (su banda: Los seguidores de la Diosa Kali) y una larga bitácora tatuada sobre sus espaldas. Entrega canciones devenidas en crónicas de sus viajes místicos y misteriosos, por Katmandú, Fez o Londres, sin olvidarse nunca de sus raíces platenses.
Ya lo sabemos: en el divorcio de Los Redondos, el Indio se quedó con la pluma, los estadios federales y la autoreclusión (preso en su ciudad); y Skay, con los riffs épicos, los boliches porteños y una humildad a prueba de balas. Dicho de otro modo: El Indio sería Salinger y Skay, Hemingway. Y que me disculpen los fanas de Cuentos Borgeanos.
"¡Hippi jay, hippi jay jou!", brama el guitarrista en Suelo Chamán, tema inspirado en los indios Hopi. Aves migratoriastrae aires grunge de los '90, con una intro que no sabés si es Lithium o Siempre Acampa. Sigue Lejos de Casa, con pulsión rockera, un bajo urticante, como el de Mejor no hablar de ciertas cosas. Y En el camino -homónima de Soda Stereo- nos recuerda que esa rivalidad fue siempre una pelotudez atómica. Flores Secas corta con el mambo del último disco, un hitazo de Talismán (2004) que repite "Ay, Callejóóóón" una y otra vez, aunque María Fernanda nunca aparezca.
Skay cada vez incluye menos temas de Patricio Rey en el repertorio, quizás para no quedarse atrapado en el tiempo, como el sujeto de la tapa de ¿Donde vas?, encerrado dentro de un reloj de arena que lo asfixia segundo a segundo (no hace falta aclarar quién hizo el arte del disco, ¿No?). En el show reversiona sólo Todo un palo (con los silbidos infaltables del público) y el final, pura obligación, con Ji ji ji, condenado a tocarla hasta el fin de sus días. De yapa, suma Oda a la sin nombre -su mejor cosecha solista, lejos- como para hacerle competencia al himno ricotero por excelencia. La misma secuencia que en el último Cosquín Rock.
La banda se retira -¡Esto es to-todo amigos!- y la locutora de La Mega (es un Megacústico, aunque de acústico no hubo nada de nada) tiene la feroz tarea de salir al escenario y anunciar el cierre de esta kermesse, frente a una horda de fanáticos encendidos que le reclaman más temas y saludan a la vagina de su mamá, su hermana y su tía. O simplemente la mandan al carajo. Gajes del oficio, que le dicen.