
Pero también están las demostraciones de madurez o -al menos- de pretensión artística, como el recorrido por sus discos conceptuales (21 st Century Breakdown y American Idiot) y el salpicado de clásicos del rock and roll ("Highway to Hell", "Iron man", "Sweet Child O´ Mine", "Satisfaction", "Break On Through"), mostrando que no se pasaron toda la vida solamente escuchando los discos de los Ramones y mezclándolos después con unos de los Parchis.
Los momentos más emotivos del show (con pirotecnia incluida) llegan por el lado de Dookie, el disco que los puso en el mapa, allá por 1994. Suenan "When I Come Around", "Basket Case" y "She", como collages de esa época post-grunge. Y eso, paradójicamente, es lo que mejor les sale en vivo: punk rockear a lo bobo sin tratar de ser The Who, ni de imponer himnos anti nacionalistas.
Después hay un acting humorístico, con los músicos disfrazados y persiguiéndose con la musiquita de Benny Hill, que podrían haber evitado. El concierto sube y baja todo el tiempo, y ese factor es lo que lo hace dinámico durante las tres horas (¡Punk y circo!). Cuando se ponen demasiado serios, enseguida apretan el switch y la liman con algo; cuando la cosa viene muy jodona, meten "Wake Me Up When September Ends", como al final de la noche, y vuelven a la formalidad. Septiembre, por suerte, pasó hace un montón. Como 25 días.
Un rato antes que ellos había estado Massacre en el mismo escenario, quizás, su mejor contracara. Walas es loser, panzón y políticamente incorrecto: todo lo contrario a Billie Joe. Pero, durante su performance, los niveló a la perfección: "Los Green Day y los Massacre son ambos putos por igual". Y así le dieron paso a la banda principal, que abrió con "Do You Remember Rock'N'Roll Radio?" de fondo.